Entrega Especial

Por: Wenceslao Cisneros Amaya.

ENCUBRIDOR DE CURAS PEDERASTAS: ¿Con que autoridad moral el vocero del obispado de Colima se lanza al ruedo a defender las medidas de austeridad que impuso el gobernador Mario Anguiano Moreno con motivo del gran desfalco que existe en las arcas públicas del gobierno de nuestra Entidad, dinero gastado en derroches, francachelas, idilios amorosos extramaritales, compra de caballos finos y paseos al extranjero?

El vocero debía de entender aquel adagio coloquial que dice: “calladito se ve más bonito”.

En efecto, la entidad clerical carece de autoridad moral alguna y yo creo que en lugar de andar defendiendo lo indefendible, como es el caso del desfalco descubierto al gobernador Mario Anguiano Moreno, debería de procurar sacar al Obispo Marcelino Hernández Rodríguez, del escándalo en que se halla inmerso a nivel mundial, pues sobre de el, pesa una grave acusación por haber encubierto a un cura pederasta cuando fue obispo en la ciudad de Orizaba, Veracruz.

En efecto, el obispo de Colima, protegió, allá en Veracruz al sacerdote Daniel Rodríguez Portilla, mismo que en septiembre del 2010 fue denunciado ante lo que hoy es la Fiscalía General del Estado, por haber cometido el delito de Violación en agravio de una menor de 14 años de edad, de la cual se reserva su nombre por respeto a la Ley de protección a menores.

Los hechos ocurrieron en el poblado de Comalapa, perteneciente al municipio de Zongolica, del Estado de Veracruz.

La menor fue embarazada por el sacerdote Rodríguez Portilla, por lo que, los padres de ella al darse cuenta, interpusieron la denuncia en contra del clérigo, pero antes la habían interpuesto ante las autoridades eclesiásticas, que en ese tiempo eran representadas por el ahora obispo de Colima y este, en lugar de atender la grave denuncia en contra de un miembro de su diócesis, les dio con la puerta en las narices a los padres de la menor, empero, cuando la prensa dio a conocer el execrable caso, Marcelino Hernández Rodríguez separó al cura pederasta tan solo para taparle “el ojo al macho”.

Lo más deleznable de la conducta de Marcelino Hernández Rodríguez  fue el hecho de que  escondió al sacerdote Daniel Rodríguez Portilla, razón por la cual la justicia veracruzana nunca pudo echarle el guante y ponerlo tras las rejas.

Se dice que hace poco ese sacerdote y otros acusados de graves delitos de Violación en agravio de niños y niñas que acuden como ayudantes  o monaguillos a ayudar a los sacerdotes cuando imparten la misa, fueron protegidos aquí en nuestro Estado por el propio obispo, escondiéndolos de las garras de las autoridades terrenales en las propias instalaciones de la sede del obispado.

Y no fue al único cura pederasta que protegió el ahora obispo de Colima Marcelino Hernández Rodríguez  pues hubo otro evento en el cual el sacerdote Rafael Muñiz López, perteneciente a la diócesis comandada por Hernández Rodríguez cometió también graves delitos sexuales en contra de menores.

Este sacerdote era el cura titular de la parroquia San Pedro Apóstol de Jalapa, y como pseudónimo para no ser reconocido cuando conseguía menores a través de las redes sociales,

 se hacía llamar “Lobo Solitario” y había conformado toda una red de curas pedófilos e impulsores de la pornografía infantil.

Me han dicho mis amigos que por esta clase de artículos, el diablo, Mefistófeles, el Rey del Averno, Satanás, Luzbel, Lucifer, el Rey de las Tinieblas o como se le llame al Diablo, va a venir por mí, al solo grito del obispo para  que me dé un “levantón” al mas puro estilo del crimen organizado. No tengo miedo, pues  ya poseo una serie de brebajes, infusiones, emulsiones o todo lo que sirve para ahuyentar al malévolo personaje, por lo que con toda seguridad les digo mis amables lectores: “A mi el diablo me pela los dientes”.