a sombra de los reflectores de las elecciones de Estados Unidos, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ya tiene cocinada su tercera reelección para mañana con dos ingredientes fundamentales: una oposición completamente debilitada y su esposa como compañera de fórmula.
De acuerdo con sus detractores, Ortega está tratando de instaurar un régimen dinástico, como el de Anastasio Somoza Debayle, contra el que luchó en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), hoy convertido en el partido del gobierno.
En ese sentido, Sergio Ramírez Mercado, escritor y exvicepresidente de Nicaragua (1985-1990), dijo a Excélsior que “el riesgo es que la democracia entra en un túnel en el que ya ha estado metida otras veces en la historia de Nicaragua, como si estuviéramos condenados a la repetición patriarcal: gobiernos familiares, sucesión familiar, nepotismo. Esposas, maridos e hijos en el poder.
Si hacemos cuentas, después de este periodo para el que, sin duda, va a salir electo, Daniel Ortega habrá estado ya en el poder 25 años, más que cualquiera de los miembros de la familia Somoza. Y se queda. Controla todos los poderes del Estado, y tiene detrás al ejército y a la policía, más casi todos los medios de comunicación”.
A la pregunta de que si la señora Rosario Murillo estará con su candidatura a la vicepresidencia en la antesala de la Presidencia, el exmandatario consideró: “no creo que dentro de 5 años, si las cosas siguen como van, Daniel Ortega no se presente él mismo de nuevo. Mientras viva, será candidato.
Pero cuando alguien designa a quien pueda llegar a sucederlo, hace de todas maneras una escogencia. Y él escogió a su esposa por asunto de confianza, de lealtad probada. Potencialmente ella es su sucesora legal. Pero no se va a apartar para dejarle paso a ella”.
¿Por qué se dice que en Nicaragua no se hace nada sin el aval de la señora Murillo?
Porque tiene un poder delegado de parte de su esposo, que la convierte en primera ministra absoluta, vocera absoluta del gobierno, controla la propaganda, y de manera absoluta quita y pone también a los ministros, y a los cuadros del partido en el territorio, y maneja asimismo las municipalidades, que han perdido su autonomía, lo mismo que a las universidades públicas, que han perdido su autonomía también. Su esposo descansa en ella, delegando en ella.
Era, sin embargo, un poder de hecho, porque nadie la había electo. Lo que buscaba ya lo consiguió. Va a ser electa junto con él, por lo menos por 80% de los votos, según está todo preparado. Los votos ya están contados de antemano”, resaltó el exmandatario.
Murillo, reconocida en Nicaragua como La Chayo, se conoció con Ortega a finales de los años 70, cuando el ahora Presidente se autoexilió en Costa Rica por su participación en el movimiento sandinista que en julio de 1979 sacó a la dinastía de los Somoza del poder.
La Chayo era, y es, mucho más que una primera dama como señala Ramírez Mercado. De hecho, nunca le gustó el apelativo. Tiene a su favor ser hija de Zoilamérica Zambrana Sandino, sobrinanieta de Augusto Sandino, el héroe nacional de Nicaragua e inspirador del movimiento revolucionario sandinista.
En 1981 comenzó a coordinar el Consejo de Dirección de Ventana, suplemento cultural de Barricada, el diario oficial del FSLN.
Y durante la primera presidencia de Ortega, entre 1985 y 1990, Murillo utilizó su influencia para que la cultura tuviera un espacio trascendental en el plan de gobierno de Ortega.
En 1998 y mientras el en ese momento expresidente Ortega se mantenía como el principal líder de la oposición al entonces gobierno de Arnoldo Alemán, una bomba sacudió tanto su vida privada como su carrera política.
En ese año, Murillo no respaldó la acusación de su hija Zoilamérica sobre la supuesta violación de la que fue víctima por parte de su padrastro, Daniel Ortega. Murillo se mantuvo firme del lado de su pareja.
El momento fue clave debido a que Murillo se jugó la carta quizá más trascendente de su relación, pero además de su carrera.
Les digo con toda franqueza, me ha avergonzado terriblemente que a una persona con un currículo intachable se le pretendiera destruir; y (que) fuese mi propia hija la que por esa obsesión y ese enamoramiento enfermizo con el poder quisiera destruirla cuando no vio satisfecha su ambición”, aseguró Murillo tras el escándalo, desestimando completamente la acusación de su hija.
A pesar de que el tema se judicializó, no prosperó ya que la juez a cargo lo desestimó porque el delito estaba prescrito y Ortega gozaba de inmunidad como expresidente.
Durante el segundo periodo de Ortega, comenzado en 2006, su mujer se renovó no sólo políticamente, sino energéticamente. Durante estos diez años ha ocupado diversos cargos oficiales, convirtiéndose en la voz y el rostro del gobierno de su marido.
GOLPE A LA OPOSICIÓN
Pero con todo y los argumentos de la alta popularidad de aceptación de Ortega, la máxima autoridad electoral de Nicaragua destituyó el pasado 2 de agosto a casi la totalidad de los legisladores de la oposición en el Congreso.
Fueron 16 los diputados titulares y 12 suplentes del Partido Liberal Independiente (PLI) y el Movimiento de Renovación Sandinista, su aliado político, los que el Consejo Supremo Electoral (CSE) expulsó por no reconocer a su nuevo líder, Pedro Reyes.
Este último fue designado por autoridad del Tribunal Supremo como reemplazo del anterior jefe del partido, Eduardo Montealegre, a quien le retiró la representación legal del partido después de una disputa política de larga duración.
Luego de esto, Reyes pidió a la bancada acogerse a los designios de la nueva dirección, pero la mayoría se negó a hacerlo al verlo como un aliado de Ortega. Los ahora destituidos se negaron así a reconocer al líder impuesto, siguiendo a Montealegre, y la situación derivó en su remoción.
El argumento usado para proceder de esta manera fue la sospecha de “transfuguismo”, por lo que llamaron una actitud de “desacato” por parte del grupo de disidentes dentro del mismo partido.
Los partidos que compiten en esta elección contra Ortega han sido fabricados y sus candidatos a Presidente son absolutamente desconocidos, sacados de la manga de la corrupción. Ya saben cuántos escaños de diputados les van a dar”.
El exvicepresidente aseguró a este diario que “eso no quiere decir que no haya oposición. La gente que no quiere un régimen familiar como los del pasado es mucha, pero no tiene un liderazgo. Son los que en las encuestas no saben ni responden, alentados también por el temor. Hay temor auún de responder a las encuestas”, finalizó el autor del libro Margarita, está linda la mar, entre otros.





