En las historias de Armando Navarrete está que alguna vez peleó por la titularidad con el portero que representó a México en el Mundial de Brasil 2014, Guillermo Ochoa. El destino los llevó por caminos distintos: uno juega en España y el otro batalla en la Liga de Ascenso.
Navarrete es aquel portero que alguna vez prometió que clasificaría al América a una liguilla y lo consiguió en el torneo Bicentenario 2010, al ser la figura en el último partido de ese torneo. En cinco años, pasó de ser uno de los jugadores más solicitados al anonimato que representa jugar en el Ascenso.
Se extraña estar en boca de mucha gente, jugar con estadios llenos y el simple hecho de ser un jugador de máximo nivel. Ahí todo mundo te ve, todos te quieren cerca. En la Liga de Ascenso la única manera de mostrarte es en las finales, ahí puedes marcar la diferencia y llamar la atención. Después, pocas veces alguien te busca”, dice Armando Navarrete, portero del Irapuato.
En menos de un lustro, Nava, como le llamaban en las Águilas, se olvidó de los viajes en vuelos privados, las filas para obsequiar autógrafos, de los hoteles cinco estrellas. Comenzó a acostumbrarse a los viajes de más de 12 horas en camión, a los estadios semivacíos, y a quincenas que a veces tardan en llegar más de dos semanas.
Vivimos al día en la División de Ascenso. Lo digo abiertamente, acá uno vive como un profesionista que está alejado del futbol, con un sueldo muy bajo. Tienes que ayudar al compañero, porque de repente se atrasa un pago y hay que ayudarlo con la colegiatura de sus hijos, gastos de la casa, detalles de eso. En esta liga todos se echan la mano, es vivir al día”, cuenta el ex del América.
La solidaridad entre compañeros es la única trinchera que le queda al jugar quien milita en el Ascenso. Ayudar al compañero, para después esperar ser ayudado.
En la Liga de Ascenso nos tocó un compañero que no tenía para un seguro médico, y nacieron sus gemelitas prematuras. Todos tuvimos que salir a las calles, tocar puertas, acudir a algunos jugadores de la Primera División para que nos regalaran playeras y las pusiéramos en subasta. Hacer eso es muy fuerte para todos, porque sabemos que de eso depende la vida de los niños. Uno tiene familia y sabe lo que es tener niños, eso no pasa en Primera División. La División de Ascenso es salir a tocar puertas, a buscar la oportunidad en las calles y pedir favores a amigos en la Primera División”, complementa.
Ignacio González es de esos jugadores que sabe lo que significa lo que es el ir y venir a la División de Ascenso. El zaguero del León en dos ocasiones estuvo en la División de Ascenso y en ambas consiguió el regreso a la Primera.
Un jugador que estuvo en el ascenso todos los días pelea por mantenerse en la Primera División y no tener ese retroceso. Nunca olvida”, dice Ignacio González, defensa de los esmeraldas.
Nacho, uno de los capitanes del León, inició en los Estudiantes Tecos y al siguiente torneo fue vendido a los Gallos que jugaban en la División de Ascenso. En el equipo de Querétaro consiguió subir a la Primera División, pero la directiva decidió venderlo al León, que tenía casi 10 años sin jugar en el máximo circuito. En los esmeraldas, con Gustavo Matosas, volvió a ser campeón de la división de plata y con el equipo de Guanajuato por fin escapó del la Liga de Ascenso.
Lo único que se extraña de la División de Ascenso es el hambre que tiene un jugador que juega abajo. Veo que el hambre de un jugador que juega en el ascenso es mayor que uno de Primera, sin decir que los de la máxima categoría no tengan hambre. Siento que en la otra división los jugadores tienen mucha hambre de crecer y triunfar, están contra muchas carencias y no les importa. Ellos van todos los días a entrenar, pelean por un puesto y se adaptan a todo. Eso se tiene que admirar”, narra Nacho.
La vida de Ignacio González cambió por completo en el máximo circuito. Se convirtió en la pareja de Rafael Márquez, en la zaga central de los esmeraldas, y alcanzó el reconocimiento al ser uno de los anotadores en el bicampeonato que consiguió el equipo esmeralda.
De los viajes de más de 14 horas, las noches en el camión o los estadios semivacíos se olvidó. “La única forma de mantener los pies en la tierra en la Primera es no olvidar de dónde vienes y plantearte objetivos más altos, siempre he pensado eso”, agrega el zaguero.
En el León, pasó de jugar en el estadio Miguel Alemán, del Celaya, o el Sergio León Chávez, de Irapuato, a enfrentar al Flamengo, en el Maracaná de Brasil, o al Bolívar, en el Hernando Siles de La Paz, Bolivia.
Es triste regresar a la División de Ascenso, no es triste jugarla. A mí me tocó regresar de la Primera División cuando estaba en Tecos. Me compró Gallos, que jugaba en el ascenso, conseguimos subir y yo me quedo abajo. Es triste el retroceso, pero son divisiones que te hacen más fuerte”.
EXCELSIOR






